Cuando se viaja a esas zonas, es muy probable que se ingiera Entamoeba histolytica y que ésta se deposite también en el colon. Sin embargo, la mayoría de las veces la infección sigue su curso sin ningún síntoma. Sin embargo, los quistes se excretan con las heces, por lo que el germen suele pasar desapercibido.
Sólo en un 5 a 20% de los casos se desarrollan síntomas. Se distingue entre el tipo intestinal y el extraintestinal.
Disentería amebiana de tipo intestinal
Si el parásito permanece en el intestino y sólo lo daña, se produce una diarrea aguda parecida a la gelatina de frambuesa. Esto se debe a que el intestino intenta deshacerse del patógeno lo antes posible, por lo que se produce mucha secreción y mucosidad. La infección provoca una ligera hemorragia en las paredes del colon, lo que explica la coloración y la consistencia típicas.
Además de la diarrea, también se producen calambres y a veces fiebre. Si no se combate el germen y la infección se vuelve crónica, estas desagradables inflamaciones intestinales se repiten a veces durante muchos años.
Disentería amebiana de tipo extraintestinal
Si el germen no puede mantenerse en el intestino grueso, migra a través del sistema sanguíneo hasta el hígado y suele instalarse allí. Pueden pasar varios meses o incluso años antes de que aparezcan los síntomas. Luego hay abscesos agudos (colecciones encapsuladas de pus) con una sensación de presión y dolor en el abdomen superior derecho. A veces la temperatura corporal puede subir un poco, pero rara vez se produce fiebre.
En los abscesos hepáticos muy grandes, el tórax también puede constreñirse, lo que puede provocar dolor y también dificultades para respirar. En casos muy raros, el parásito también se adhiere a otros órganos, como el cerebro, el bazo o los pulmones.